La bahía de Portmán, ubicada en el término municipal de La Unión (Murcia), es uno de los lugares más contaminados del Mediterráneo. Su nombre proviene de “Portus Magnus” (el Gran Puerto), denominada así por el imperio romano. La actividad minera en la zona ya estaba presente en aquélla época y el imperio romano utilizaba la bahía como puerto desde el que partían las galeras cargadas de plata. Durante años, el pueblo de Portmán basó su economía principalmente en la pesca y la minería, manteniendo un equilibrio con el medio ambiente. Sin embargo, ese equilibrio se rompió en 1957 cuando la empresa minera Peñarroya instaló uno de los mayores lavaderos del mundo, el lavadero Roberto. Hasta ese momento, el pueblo de Portmán, rodeado por la Cordillera Bética y bañado por la bahía, presentaba uno de los paisajes más bellos del Mediterráneo. Actualmente la bahía se encuentra colmatada con más de 70 millones de toneladas de estériles, dando lugar al mayor vertedero de residuos mineros al aire libre de España. La extensión que ocupa el vertido es de 750.000 m2 de la superficie de la bahía con una profundidad de hasta 14 metros y se extiende mar adentro 12 kilómetros, hasta profundidades de 150 metros, cubriendo gran parte de los fondos marinos frente a las costas de Portmán. La línea de playa quedó desplazada más de 700 metros.
Historia de un desastre ecológico
Durante su actividad, la empresa Peñaroya se dedicó a la extracción de minerales de plomo, plata, cinc y piritas. Para su procesamiento era necesario disponer de un lavadero en el que estos minerales eran separados del resto de material. En el lavadero se trataban 1000 t/día, llegando incluso hasta las 8000 t/día, por lo que se generaba una importante cantidad de lodos de desecho. Debido a ello, durante los años 50, la empresa Peñarroya solicitó hasta en tres ocasiones un permiso de vertido directo de éstos al mar. En 1958, el permiso le fue concedido siempre y cuando se cumplieran unas condiciones:
- Los vertidos debían realizarse por tubería submarina a una distancia mínima de 400 metros de la costa.
- Se debía indemnizar a los pescadores por los daños ocasionados.
- No se les permitía aumentar el número de lavaderos ni su capacidad a no ser que se construyeran balsas de almacenamiento de estériles en tierra.
- Los vertidos debían paralizarse si se demostraban daños al medio ambiente.
De este modo, los estériles junto con las sustancias utilizadas en el proceso (600 kg/día de cianuro sódico, ácido sulfúrico, xantatos, sulfato de cobre,…) comenzaron a ser vertidos al mar a través de dos tuberías de más de 2 km de longitud (Figura 1). Con los años, la empresa presionó para conseguir una autorización mucho más permisiva con la condición de que los estériles serían arrastrados mar adentro. Sin embargo, en los años 60 los estériles ya comenzaban a colmatar la bahía impidiendo la entrada de barcos al puerto. En 1964 la empresa solicitó ampliar la producción y el lavadero (y por tanto los vertidos) a cambio de construir un puerto en el Cabo de Palos e indemnizar a los pescadores con 4 millones de pesetas. La propuesta tuvo gran acogida entre los pescadores y el Ministerio de Turismo, siendo el único que se oponía a ello el Ayuntamiento de La Unión. Ante esta injusticia, el propio Ayuntamiento comenzó un contencioso contra el vertido, pero el Supremo falló que el interés nacional de la mina, de la que se obtenía el 40% de la producción nacional de plomo, el 60% de la plata, el 12% del cinc y 130.000 toneladas de piritas al año, era superior a los intereses del Ayuntamiento de proteger su bahía. En 1969 se eliminaron todos los condicionantes de vertido al mar, que terminaron por ser incontrolados. En los años 80 las protestas entre grupos ecologistas fueron tomando fuerza. Tuvo especial importancia la realizada por Greenpeace en 1986 cuando varios activistas se encadenaron a la tubería llegando incluso a taponarla. Un año después, la misma ONG fue la encargada de denunciar a la empresa Peñarroya por delito ecológico, pero en 1993 la justicia eximió a la empresa de responsabilidad debido a que el vertido se había realizado con permiso. Para entonces la empresa Peñarroya ya había vendido la mina a Portmán Golf. A pesar de ello, los vertidos continuaron durante dos años más, hasta 1990.
Las consecuencias directas de la actividad minera fueron: la completa colmatación de la bahía, el bloqueo del acceso al puerto, la pérdida del empleo de más de 400 familias y el estancamiento social y económico del municipio de Portmán al acabar con la actividad minera y al haber sentenciado la pesca y el turismo marítimo. A día de hoy, 26 años después del cese de la actividad minera, la bahía se encuentra en el mismo estado en el que quedó al no existir un responsable legal que indemnice por los daños ocasionados y al suponer su regeneración un coste muy elevado para la administración.
Efectos sobre la salud
En la bahía se pueden diferenciar dos tipos de sedimentos (Figura 2). Los de granulometría fina y de color amarillento se corresponden con los vertidos directos y no han sufrido ninguna transformación. Se ubican en los laterales de la bahía y en la zona centro y se caracterizan por tener un pH ácido y ser muy reactivos. Los de tamaño más grueso y color oscuro han sufrido un lavado por la acción del mar. Se encuentran desde la zona central hacia el mar. Presentan un pH básico y son menos reactivos. Los elementos potencialmente tóxicos que se encuentran en la bahía son: arsénico, cadmio, plomo, cinc y cobre. Mari Luz García Lorenzo, investigadora del departamento de Petrología y Geoquímica de la UCM, advierte que “De entre todos los elementos, el arsénico es especialmente peligroso ya que está considerado como un elemento con efectos cancerígenos”. Estudios recientes han demostrado que la exposición directa al suelo, que incluye la ingestión de suelo, la absorción cutánea y la exposición por inhalación, constituye un riesgo para la salud, especialmente en niños. Las lluvias agravan el problema al provocar la dispersión de los elementos tóxicos hasta distancias de varios kilómetros desde el foco de contaminación. Los análisis realizados en esta agua presentaron unos valores de acidez elevada (pH inferior a 4) y un color rojo o anaranjado. Las muestras sólidas recogidas presentaron niveles superiores a los permitidos, lo que expone a las poblaciones cercanas a unas dosis diarias de exposición elevadas y por tanto implica un riesgo para su salud. El estudio señala la zona como uno de los puntos más contaminados de la península y propone la toma de medidas para evitar problemas sanitarios de carácter grave.
De hecho, algunos de los efectos tóxicos de estos materiales ya se han dejado notar entre las poblaciones cercanas a la Sierra Minera. Según el Atlas Municipal de Mortalidad por Cáncer en España, en un estudio realizado en 2007, se puede observar que esta región presenta un mayor riesgo de cáncer de pulmón (entre 1,10 y 1,30) y pleura (entre 1,10 y 1,50) que la media regional (0,8 para cáncer de pulmón y 0,7 para cáncer de pleura).
Sin embargo, a pesar de los niveles de toxicidad, las dos playas existentes en la bahía permanecen abiertas al público y nos las ofrecen como destino turístico en las páginas web oficiales de la región. La menos afectada por el vertido la definen como una playa de “arena fina y dorada” (de un dorado escalofriante y, a su vez, aterrador, diría yo) con un grado de ocupación medio (Figura 3).
Efectos sobre el medio ambiente
El material más fino fue arrastrado por corrientes oceánicas depositándose sobre la plataforma y el talud continental. Se estima que 10 km2 de fondo marino presentan un espesor de recubrimiento de más de un metro y otros 100 km2 presentan espesores inferiores a 1 metro. La contaminación del medio marino se produjo por metales pesados como cadmio, plomo y cinc y otros elementos como el arsénico. Tras el cese de la actividad minera, y por tanto de los vertidos al mar, la contaminación marina persistió debido a la lixiviación y erosión de material desde la zona costera.
Los estudios sobre niveles de metales pesados en sedimentos superficiales medidos en 1981 y 1982 dieron como resultado que las concentraciones de cadmio, plomo y cinc eran muy elevadas y su concentración disminuía mar adentro, siendo aún perceptibles a 5 millas de la costa. También se detectaron niveles muy elevados de cobre y mercurio en un estudio realizado en 1984. En un posterior estudio realizado con muestras tomadas entre 2006 y 2008 se estableció que los sedimentos de Portmán tenían una calidad ambiental “pobre” por su elevado contenido en mercurio y plomo y “aceptable” por su contenido en cadmio. La Dirección General de Medio Ambiente de la Comunidad Autónoma de Murcia determinó en 2007 que la masa de agua costera estaba “muy modificada” y que presentaba un “estado químico no bueno” debido a que la concentración de cadmio superaba el límite establecido en las Normas de Calidad Ambiental.
La mezcla ácida de residuos tóxicos también genero impactos sobre las comunidades marinas de la zona. Se estima que como consecuencia de los vertidos han desaparecido entre 275 y 1000 hectáreas de pradera de Posidonia oceánica por sepultamiento e incremento de la turbidez del agua. Estas praderas están asociadas a una elevada biodiversidad por lo que su pérdida implica el empobrecimiento de la biodiversidad marina. Para detectar la contaminación marina se analizaron los contenidos en metales pesados de ciertas especies utilizadas como bioindicadores. Los resultados obtenidos en 1981 indicaron que los mejillones acumulaban cadmio, plomo y cinc, aunque para 2005 estos valores habían disminuido de manera considerable. No ocurrió lo mismo con los salmonetes de fango, cuyos niveles medios de mercurio y plomo en 2006 se mantuvieron por encima de los valores de referencia del litoral mediterráneo. También se observaron elevados niveles de cadmio, plomo y cinc en un estudio realizado en 1983 en lapas y chirlas. Esto demuestra que los metales pesados siguen presentando biodisponibilidad en algunas especies marinas.
El coste económico de los daños ocasionados por la actividad minera en esta zona es muy difícil de cuantificar. Las praderas de Posidonia reportan múltiples beneficios tales como pesca, disponibilidad de materia orgánica y protección de costas, entre otros servicios, que se pueden cuantificar en unos 14.500 € por hectárea y año. Si tan sólo se tienen en cuenta las hectáreas perdidas de esta especie, desde el cese de la actividad minera en 1990 hasta la actualidad, la cifra oscila entre los 104 y 377 millones de euros.
Una regeneración tardía e incompleta
Tras muchas promesas de regeneración de la bahía que solían coincidir con campañas electorales y que al final quedaron en nada, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente ha adjudicado recientemente las labores de regeneración de la bahía de Portmán a la Unión Temporal de Empresas formada por Ciomar y Marco. Estas labores consistirán en la retirada de 2 millones de metros cúbicos de vertido (de los 48 que existen en la bahía, es decir un 4% de los estériles) recuperándose de esta forma 250 metros de mar (de los 750 metros anegados por los vertidos). Para mejorar la calidad y granulometría de la playa se añadirá arena caliza de machaqueo que se mezclará con los materiales de la actual. Los residuos que se retirarán de la bahía serán descontaminados y se transportarán a la corta minera de San José, ubicada en las cercanías de Portmán. El plazo de ejecución será de casi 4 años y tendrá un coste de 32,1 millones de euros. El gerente de la empresa Ciomar, Antonio González, asegura que el proyecto “permitirá devolver el esplendor de la bahía”. Y yo me pregunto: ¿retirando un 4% de los sedimentos y recuperando un tercio de la línea de costa será posible devolver el esplendor a la bahía? A esta “regeneración” tan superficial hay que añadirle el efecto que supone el haber realizado estas tareas tanto tiempo después del vertido. Ahora, cuando gran parte de los elementos tóxicos están enterrados y su biodisponibilidad en las comunidades marinas se está reduciendo, el dragado de los sedimentos produciría una resuspensión de estos elementos que volverían a extenderse por el litoral produciendo, de nuevo, graves impactos sobre los ecosistemas marinos.
Bajo mi punto de vista, esta regeneración no es más que disfrazar el problema, sepultarlo bajo una capa de arena limpia, pues gran parte de los residuos van a continuar en la bahía. De este modo se consigue dar por “resuelto” el mayor problema de contaminación minera en España y se pone fin a las quejas y protestas realizadas por los ciudadanos de Portmán y las asociaciones ecologistas. Y es que el presupuesto necesario para dejar la bahía tal y como se encontraba alcanza valores elevadísimos. El hecho de poner los intereses económicos nacionales por encima de la calidad ambiental de Portmán ha puesto en riesgo la salud de la población, su economía (basada en la minería y la pesca) y su bienestar, causando graves impactos sobre las comunidades marinas y reduciendo el turismo. Viendo las lamentables consecuencias y el coste de recuperación de esta zona, ¿realmente fue rentable para España la actividad minera en esta zona? Yo opino que no.
Nidia Rodríguez Díaz. Licenciada en Ciencias Ambientales y Máster en Tecnología y Recursos Energéticos.
FUENTES
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Martínez Sánchez, M. J., García Lorenzo, M. L., Martínez López, S., Martínez Martínez, L. B., Hernández Pérez, C., Pérez Sirvent, C. (2015). El análisis de riesgos para la salud humana, en el paradigma de la gestión de suelos contaminados: el caso de la Bahía de Portmán. Revista Salud ambiental 15(2): 103-112.
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http://www.elmundo.es/elmundo/2005/10/25/enespecial/1130255338.html
http://www.amyca.com/portman-mineria-medio-ambiente/
http://elpais.com/diario/2010/11/07/sociedad/1289084404_850215.html
http://www.murciaturistica.es/es/playa/playa-de-portman-560/
Fuente de Imagen principal: Emprendiendo Vuelo hacia el conocimiento