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La desgracia de “ser feo”
Puede que el título de este post no sea muy ortodoxo, pero creo que aparte de llamativo, resume bien algo a lo que le llevo dando vueltas mucho tiempo. ¿Por qué no se protegen como debiera, nuestros valiosos ecosistemas esteparios? Simplemente hay que echarle un vistazo al listado de Parques Nacionales para ver que, entre [...]
Antes, todo esto era campo
Dehesa: esencia mediterránea
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Tormentas
Estos días de tiempo tan variable, tan loco, quizás nos hayan torturado un poco después de un invierno lluvioso, ventoso y frío. Y es que ya tenemos ganas de primavera y sin duda con el tiempo revuelto apetece hacer menos … Sigue leyendo
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El legado vaqueiro
Flores de hielo
Ni el monte es orégano ni Murcia es huerta
Hace una semana, en el Telediario de la 1, el periodista que conectaba informaba de la inauguración del año escolar por parte de la reina Sofía en Torre-Pacheco con la siguiente frase: “Aquí en Torre-Pacheco, en la Huerta de Murcia”. Torre-Pacheco dista 20 km de la susodicha Huerta de Murcia. Al mencionarlo en Twitter, un amigo con el que compartí un fin de semana en un albergue de la zona me dijo “Pues yo recuerdo que había muchos melones”. Y ahí está el error, se confunde cualquier huerta con la Huerta de Murcia y Murcia con la huerta.
La Huerta de Murcia es una comarca de la Región de Murcia (por eso se escribe con mayúsculas) constituida en su parte rústica por un ecosistema antrópico de origen árabe que puede tomar diversas formas: huertas, vegas o palmerales. Sí, el palmeral de Elche es como una huerta. Y los palmerales que se ven en los oasis del Sáhara, en el norte de África, también.
¿Y qué es una huerta árabe?
Uno de los mayores productores de frutas y verduras de España es Lleida pero nadie ha oído hablar de la “Huerta de Lleida”. Y es que para ser una huerta fetén, de origen árabe, hay que tener ciertas características.
La huerta es un cultivo de regadío que resulta de la adaptación del bosque a la producción hortofrutícola. Un bosque está constituido por varios estratos. A partir de la superficie podemos diferenciar el estrato herbáceo, el estrato arbustivo y el estrato arboreo.
El estrato herbáceo en un bosque está constituido por plantas de ciclo anual o bienal. Plantas que no tiene tallos rígidos y que florecen en primavera para desaparecer en otoño. Este estrato en la huerta está constituido por las hortalizas: lechugas, tomates, pimientos, leguminosas…
El estrato arbustivo está conformado por plantas de tallo leñoso y mayor porte que persisten (con o si hojas) durante todo el año. En la huerta este estrato lo conforman los frutales: naranjos, limoneros, melocotoneros, granados… La función de este estrato en el bosque es la de dar sombra al estrato herbáceo, que no mueran por insolación y preservar la humedad.
El estrato arbóreo en la huerta lo componen, sí, lo han adivinado: las palmeras. Bueno, palmeras en sus inicios. Ahora, ya que su función es meramente ornamental, pueden ser araucarias, cipreses, pinos…
Para garantizar el agua en los cultivos, los árabes diseñaron un sistema de reparto constituido por acequias y aparatos hidráulicos para elevarla desde el río o de unas acequias o otras: las aceñas y las norias. Pero esto da para otra entrada.
Paradójicamente, la comarca de la Huerta de Murcia no es el mejor ejemplo para apreciar este paisaje. Si quieren disfrutarlo en todo su esplendor es mejor visitar los municipios que componen la comarca de las Vegas del Segura: Cieza, Abarán, Blanca (imagen destacada), Ulea, Archena o Ricote. Murcia es algo más que playas, ya verán.
Mapa de Ebrenc e imagen destacada de Pablo Alcolea ambas bajo licencia Creative Commons
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La seducción del paisaje
Calaveras en las plantas
Las flores de las plantas del género Antirrhinum al secarse dejan la vaina de la semilla en forma de calavera.
Autor de la foto: Laajala |
Autor de la foto: Laajala |
Alain
Geoarqueología: Desenterrando el paisaje
Todo asentamiento humano está bajo la influencia del ecosistema (clima, vegetación y fauna) y de la ubicación del propio asentamiento (accesibilidad, topografía y vías de comunicación).
Los grupos humanos necesitan cubrir sus necesidades y para ello resulta vital el entorno donde se establecen. Dichas necesidades deben ser cubiertas por el entorno, desde la propia alimentación por ejemplo, hasta las actividades espirituales.
Hay que indicar que el paisaje que se encuentra el arqueólogo no es el mismo que el que había en el pasado, debido a la acción del hombre, de la fauna, del clima…del dinamismo intrínseco del propio paisaje al fin y al cabo. Por tanto, el arqueólogo, para entender a ese grupo humano, primero debe reconstruir el paisaje del pasado, usando para ello el estudio de los restos arqueológicos encontrados en el yacimiento.
Este estudio del paisaje se debe realizar a diferentes niveles desde el macroespacio, pasando por el mesoespacio y terminando con el microespacio.
Existen diversos métodos de análisis, estudio e interpretación de la infomación geoespacial, pero la arqueología debe estudiar la articulación del espacio en los asentamientos que nos da un reflejo de la organización social: zona de comercio, de artesanía, vivienda o edificio donde habita y realiza sus actividades la familia dirigente… También el uso y el control de los pasos, accesos y comunicación entre sitios de carácter sagrado y/o cultural, lo que nos da un reflejo de las creencias, la ubicación de la zona de necrópolis que nos indica la conciencia social y su relación con los antepasados, dándonos en muchos casos la organización social, además del estudio de la toponimia donde podemos encontrar pistas sobre la utilización de ese espacio, por ejemplo.
Un método arqueológico para analizar el territorio de explotación directa es el ACR (Análisis de la Captación de Recursos). Hay que comenzar a ver la oferta medioambiental y con ello la explotación de los recursos entorno al hábitat. Cogiendo el ejemplo simple de la existencia de un árbol en el entorno del poblamiento, donde hay árboles hay madera y pastos donde existirá sombra. Con ello, ya tenemos combustible, material de construcción, bayas y frutos silvestres, corteza para curtir, etc.
Si existe la posibilidad de curtir las pieles, para llegar a ese paso primero tiene que pasar por dos procesos previos, realizados en los batanes donde la piel se convierte en cuero y luego las tenerías, para finalizar en los curtidores.
En este ejemplo se puede observar como un solo elemento de la oferta medioambiental nos está dando pistas sobre las actividades económicas y forma de vida de ese grupo humano, todo ello se podrá ir confirmando con la aparición de materiales arqueológicos en el yacimiento
En la valoración de la oferta medioambiental se procede a la determinación de la categoría del yacimiento, si está intacto o hay señales de saqueos, etc., para finalizar con la valoración de la oferta medioambiental.
Se realiza mediante el estudio de la geomorfología: relieve (llanura, valle, meseta, cerro…) y el tipo de erosión que se produce en el terreno, para llevar a cabo el plan de excavación. El tipo de relieve determina características como:
- La pendiente, la cual se debe conocer en los cuatro puntos cardinales, hallando la hipotenusa de un triángulo rectángulo con los dos catetos conocidos.:
- Accesibilidad: según la pendiente, el grado de accesibilidad será mayor o menor, se puede observar en la siguiente tabla (Dra. C. Galán Saulnier):
- Insolación y con ello la sombra que se proyecta.
- Visibilidad: el relieve va a limitarla. Se considera una visibilidad abierta si se encuentra ningún obstáculo visual en 500 metros mínimo y es cerrada si es menor a 200 metros.
Se continúa con la edafología, donde se indican las clases agrológicas, el índice de pedregosidad, la proporción de afloramientos rocosos y de terrenos cultivables, la orientación y con ello la insolación, los peligros de inundación, características hídricas y de drenaje, además de las pendientes.
El estudio sigue con los diversos usos del suelo y la vegetación, para proseguir con la hidrografía, las vías de comunicación (veredas, cordeles…) y los recursos naturales, tanto comestibles como no comestibles, siempre teniendo en cuenta la variabilidad espacial y temporal. Todo ello son condicionantes de orden cultural y socieconómico que influencian en el patrón de asentamiento.
Por tanto, paisaje y arqueología van de la mano en todo yacimiento histórico. ¿Por qué se asienta un pueblo en un determinado espacio? ¿Cómo lo hace? ¿En qué condiciones sobrevive? Muchas son las voces que se alzan, desde múltiples campos de la ciencia, para responder a estas preguntas, pero no hay que olvidar que hay uno que, en este caso concreto, resalta sobre los demás: la arqueología del paisaje.
Autora: Vanesa López Aguilera. Arqueóloga.