Las reformas pedagógicas desarrolladas por la Institución Libre de Enseñanza (ILE) fueron una pieza clave en la evolución social y educativa de una parte, pequeña pero tremendamente influyente, de la sociedad española sobre todo entre 1876 y 1936, aunque su legado continuó en el exilio, durante el período franquista, esperando su oportunidad para regresar con fuerza en los años 80 y hasta nuestros días.
La visión de los fundadores de la ILE, destacando a Francisco Giner de los Ríos, modernizó el estudio y la aproximación pedagógica a un gran número de campos entre los que se encontraba la geografía.
A finales del siglo XIX la geografía en España adquirió gran importancia debido al planteamiento de algunos intelectuales regeneracionistas de corte krausista como Macías Picavea, quién afirmaba que para solucionar el “problema nacional” había que solucionar el “problema geográfico” que atribuía al desconocimiento de la propia realidad territorial del país y que -afirmaba Picavea- únicamente a través de la profunda comprensión de nuestra geografía sería posible la regeneración económica, social, científica y cultural de la nación. Rafael Torres Campos, uno de los más importantes geógrafos españoles del siglo XIX y cuya influencia en la ILE fue notable, afirmaba que “la geografía no es sólo pintura viva de las diferentes comarcas de la tierra, estudio atractivo, educador, que ensancha las ideas y nos da justa noción de nuestra situación y de nuestro valor en el mundo, investigando las causas físicas, etnográficas y topográficas que influyen en la marcha de la humanidad y en sus progresos; es además de esto, ciencia que guía la evolución práctica de los pueblos, sirve para resolver problemas sociales y enseñar a sacar partido de los recursos del planeta”.
La llegada de la Institución Libre de Enseñanza produjo una valoración regeneracionista de la ciencia geográfica que huía ya del excesivo academicismo teórico y que inauguró una concepción práctica y cercana de la geografía, siendo la observación directa del paisaje su punto clave. Para Manuel Bartolomé Cossío, pedagogo de la ILE y director de las Misiones Pedagógicas, “saber geografía es poder hacer geografía”: lo importante no es ya “saber la descripción de la tierra, sino poder describirla”. “Es necesario proceder como procede el geógrafo, el verdadero geógrafo, no el que escribe los libros de texto, sino el que recorre el país, lo estudia, lo describe y levanta su carta” continuaba Cossío.
Torres Campos por su parte afirmaba que “no basta la geografía recogida en los libros y en las cartas, es necesario el examen directo de los fenómenos terrestres, ponerse en contacto directo con la naturaleza, estudiar los accidentes en sí mismos”.
Debido a este planteamiento renovador del conocimiento geográfico, la excursión y el viaje se convirtieron en uno de los ejes centrales de la perspectiva institucionista. En este punto, viajar se erige como método de educación regeneradora.
Hay que recordar que este planteamiento sostenido por los fundadores de la ILE bebe directamente por una parte de los postulados krausistas y, por la otra de la tradición geográfica decimonónica cuyos máximos representantes son Alexander Von Humboldt y Karl Ritter.
En un momento como 1876 cuando había fracasado recientemente la experiencia del sexenio revolucionario y con ello el planteamiento de los krausistas españoles, se produce una vuelta de éstos a sus principios más fundamentales que se resumen en que a través del progreso en el conocimiento del mundo y de la naturaleza se alcanza la bondad moral del comportamiento: el bien se asocia con el conocimiento del mundo y el mal es la falta de conocimiento, el error y la ignorancia. Es aquí donde los planteamientos pedagógicos -y entre ellos, el aprendizaje geográfico- de la Institución Libre de Enseñanza encuentran su justificación: la educación, al hacer progresar el conocimiento del mundo, constituye el único medio válido para conseguir una auténtica reforma del hombre y de la sociedad. En pocas palabras, el conocimiento y la educación como motor del cambio. La geografía, por tanto, adquiere su importancia en tanto que propicia el reconocimiento del lugar ético del hombre en el mundo.
Debido a este planteamiento, la enseñanza de la geografía se basaba en un contacto directo con el territorio que tenía su máxima expresión en las numerosas excursiones que realizaron los docentes institucionistas con sus alumnos y que entroncaba directamente con el método intuitivo basado en la sustitución de la enseñanza de lo abstracto por lo real y concreto.
La excursión como método pedagógico
La práctica excursionista alcanzó tal relevancia en el método pedagógico de la ILE que el propio Boletín de la Institución señaló un reportaje del diario The Times que afirmaba que las excursiones escolares se realizaban en la ILE “en mayor escala que en ningún otra escuela de Europa”. Había excursiones de diferente duración, desde un sólo día hasta varias semanas. En ellas se mantenía una visión interdisciplinar abordando aspectos arqueológicos, geológicos, artísticos, botánicos, agrícolas, industriales, etc.
Los lugares más frecuentados en las excursiones escolares eran los de mayor cercanía a la capital como el Museo Arqueológico, el Jardín Botánico o la Casa de Campo; aunque se realizaron viajes de mayor envergadura a Aranjuez, con Blas Lázaro, a Torrelodones con José Macpherson, o a Robledo de Chavela con Francisco Quiroga, entre muchas otras. Entre los destinos, la Sierra de Guadarrama tuvo un lugar privilegiado en la agenda de los institucionistas, promovido por el amor de Giner de los Ríos a este territorio.
Pero concretar todo este planteamiento pedagógico y hacerlo accesible a los alumnos no era una cuestión sencilla. Por ello Manuel Bartolomé Cossío elaboró un cuestionario de 40 puntos llamado “Cuestionario de excursiones a poblaciones” que servía de guía clara y precisa a los alumnos en la orientación de estas salidas. El cuestionario hacía especial hincapié tanto en la buena presentación y escritura como al contenido del relato que cada alumno debía elaborar, generalmente en su cuaderno de excursiones personal. Según el cuestionario, los alumnos debían prestar atención a la geología, clima, hidrografía, vegetación, fauna, población humana, tipo de hábitat, economía local, arte y cultura.
Un aspecto llamativo de esta tarea que debían elaborar los alumnos de la ILE era la realización de croquis referentes al camino realizado, indicando las distancias recorridas en kilómetros o en horas, los principales puntos del itinerario y el tipo de paisaje de cada sector. Esta “descripción del camino” debía prestar atención al “aspecto general del país que se recorre; panoramas; y puntos de vista pintorescos; montañas, llanuras, valles, puertos, gargantas, cascadas, grutas, fuentes, etc. Pueblos por los que se pasa; iglesias, ermitas y otros edificios notables. Naturaleza de la vegetación: bosques, sembrados, plantíos; sus clases; praderas, etc. Llevar siempre el mapa y notar los cambios fundamentales de dirección del camino (…)”.
La geografía humana tenía un trato más pormenorizado con especificaciones relativas a las características de las poblaciones visitadas del tipo “¿Viven en casas contiguas, como en Madrid o aisladas y separadas? ¿La propiedad está concentrada o dividida? ¿es un pueblo rico o pobre?”
Sin duda, el cuestionario y la elaboración del diario personal fueron herramientas pedagógicas innovadoras y de gran utilidad que sirvieron para enseñar a los alumnos a ver el mundo que les rodeaba, acostumbrándoles a observar el paisaje con atención y a describir lo que veían.
El Boletín de la Institución publicó numerosos relatos o diarios de excursión de sus alumnos y en ellos se puede apreciar claramente el ideario institucionista. Joaquín Costa, que dirigió al comienzo muchas de la excursiones, afirmaba que “uno de los resultados más positivos de las excursiones practicadas por los alumnos de la Institución era el de acostumbrarlos a objetivar su pensamiento, a expresar por escrito sus ideas, a ordenar y sistematizar sus recuerdos, a reflexionar sobre ellos y a crearse un estilo propio, que sea viva expresión de su individualidad”.
Un ejemplo, de los muchos que hay, es lo que escribe un alumno en su diario con motivo de una excursión a Valencia y Alicante en las Navidades de 1883 en la que participaron Giner y Cossío: “Madrid: salida de la estación del Mediodía a las 11 h 15m de la mañana. – Mucha gente a despedirnos.- Como de costumbre, vamos en tercera.” Tras hablar de la temperatura y de las cuencas del Tajo y del Manzanares añade: “Puente sobre el río. Terreno cuaternario: a poco, entrada en el terciario lacustre hasta Alcázar de San Juan. La dirección general del camino de hierro hasta La Encina es SSO., con pequeñas variantes al S. y al O.; allí cambia completamente, y sube al N., con cierta inclinación hacia el E., ya, hasta Valencia”.
Sin duda, el excursionismo supuso una renovación pedagógica profunda en la enseñanza de la geografía de la mano de la Institución Libre de Enseñanza, aunque no fue la única experiencia revolucionaria en esta materia. El pedagogo anarquista Franscec Ferrer y Guardia con su Escuela Moderna también puso en práctica estos métodos.
La llegada de la guerra civil supuso un parón en la modernización de la sociedad española, y también lo fue en la enseñanza de la geografía que adoptó un papel meramente descriptivo, apartando la concepción práctica, holística, comprensiva e intuitiva que iniciaron los pedagogos de la ILE y que ya empezaban a tener su eco en los programas educativos de la República antes del golpe militar.
Por suerte, la práctica excursionista ha perdurado hasta nuestros días como uno de los mejores métodos de enseñanza de la geografía, las ciencias naturales, la historia, el arte… y es que, tal y como decía Giner de los Ríos: “Un día en el campo vale más que un día en la calse”.