Todo asentamiento humano está bajo la influencia del ecosistema (clima, vegetación y fauna) y de la ubicación del propio asentamiento (accesibilidad, topografía y vías de comunicación).
Los grupos humanos necesitan cubrir sus necesidades y para ello resulta vital el entorno donde se establecen. Dichas necesidades deben ser cubiertas por el entorno, desde la propia alimentación por ejemplo, hasta las actividades espirituales.
Hay que indicar que el paisaje que se encuentra el arqueólogo no es el mismo que el que había en el pasado, debido a la acción del hombre, de la fauna, del clima…del dinamismo intrínseco del propio paisaje al fin y al cabo. Por tanto, el arqueólogo, para entender a ese grupo humano, primero debe reconstruir el paisaje del pasado, usando para ello el estudio de los restos arqueológicos encontrados en el yacimiento.
Este estudio del paisaje se debe realizar a diferentes niveles desde el macroespacio, pasando por el mesoespacio y terminando con el microespacio.
Existen diversos métodos de análisis, estudio e interpretación de la infomación geoespacial, pero la arqueología debe estudiar la articulación del espacio en los asentamientos que nos da un reflejo de la organización social: zona de comercio, de artesanía, vivienda o edificio donde habita y realiza sus actividades la familia dirigente… También el uso y el control de los pasos, accesos y comunicación entre sitios de carácter sagrado y/o cultural, lo que nos da un reflejo de las creencias, la ubicación de la zona de necrópolis que nos indica la conciencia social y su relación con los antepasados, dándonos en muchos casos la organización social, además del estudio de la toponimia donde podemos encontrar pistas sobre la utilización de ese espacio, por ejemplo.
Un método arqueológico para analizar el territorio de explotación directa es el ACR (Análisis de la Captación de Recursos). Hay que comenzar a ver la oferta medioambiental y con ello la explotación de los recursos entorno al hábitat. Cogiendo el ejemplo simple de la existencia de un árbol en el entorno del poblamiento, donde hay árboles hay madera y pastos donde existirá sombra. Con ello, ya tenemos combustible, material de construcción, bayas y frutos silvestres, corteza para curtir, etc.
Si existe la posibilidad de curtir las pieles, para llegar a ese paso primero tiene que pasar por dos procesos previos, realizados en los batanes donde la piel se convierte en cuero y luego las tenerías, para finalizar en los curtidores.
En este ejemplo se puede observar como un solo elemento de la oferta medioambiental nos está dando pistas sobre las actividades económicas y forma de vida de ese grupo humano, todo ello se podrá ir confirmando con la aparición de materiales arqueológicos en el yacimiento
En la valoración de la oferta medioambiental se procede a la determinación de la categoría del yacimiento, si está intacto o hay señales de saqueos, etc., para finalizar con la valoración de la oferta medioambiental.
Se realiza mediante el estudio de la geomorfología: relieve (llanura, valle, meseta, cerro…) y el tipo de erosión que se produce en el terreno, para llevar a cabo el plan de excavación. El tipo de relieve determina características como:
- La pendiente, la cual se debe conocer en los cuatro puntos cardinales, hallando la hipotenusa de un triángulo rectángulo con los dos catetos conocidos.:
- Accesibilidad: según la pendiente, el grado de accesibilidad será mayor o menor, se puede observar en la siguiente tabla (Dra. C. Galán Saulnier):
- Insolación y con ello la sombra que se proyecta.
- Visibilidad: el relieve va a limitarla. Se considera una visibilidad abierta si se encuentra ningún obstáculo visual en 500 metros mínimo y es cerrada si es menor a 200 metros.
Se continúa con la edafología, donde se indican las clases agrológicas, el índice de pedregosidad, la proporción de afloramientos rocosos y de terrenos cultivables, la orientación y con ello la insolación, los peligros de inundación, características hídricas y de drenaje, además de las pendientes.
El estudio sigue con los diversos usos del suelo y la vegetación, para proseguir con la hidrografía, las vías de comunicación (veredas, cordeles…) y los recursos naturales, tanto comestibles como no comestibles, siempre teniendo en cuenta la variabilidad espacial y temporal. Todo ello son condicionantes de orden cultural y socieconómico que influencian en el patrón de asentamiento.
Por tanto, paisaje y arqueología van de la mano en todo yacimiento histórico. ¿Por qué se asienta un pueblo en un determinado espacio? ¿Cómo lo hace? ¿En qué condiciones sobrevive? Muchas son las voces que se alzan, desde múltiples campos de la ciencia, para responder a estas preguntas, pero no hay que olvidar que hay uno que, en este caso concreto, resalta sobre los demás: la arqueología del paisaje.
Autora: Vanesa López Aguilera. Arqueóloga.